miércoles, 4 de noviembre de 2015

Días agridulces de la asimilación a mi vuelta

Y si digo agridulces, lo digo porque de verdad ni me di cuenta  (con todo lo que me ha costado volver, ahora leeréis cuánto) lo mucho que me hicieron falta los míos, tanto amigos como familia. Así que por esta parte sí fui muy feliz por volver. Aunque mi hermana no pudo venir a buscarme, sí pudo su novio y sinceramente me emocionó mucho la alegría que había visto en la cara al verme llegar, hasta decirme "Nos hiciste mucha falta, tía". Y traerme la cena caliente para que "no me muera de hambre, si ya de frío me pasa" :) Es una gran alegría para mí, porque él aunque sea superbuen chico que te daría todo si pudiera, expresa difícil sus sentimientos. 

Sin embargo a este momento emocionante se llegó por medio de muchas lágrimas, si quiero decir la verdad. Me costó mucho salir al aeropuerto. Muchísimo. Como me costó (aun mucho más) dejar a mi amiga y a su mama allí y pasar por el control de seguridad. De hecho el chico de la asistencia me estaba hablando sin parar y yo le dije entre lágrimas si me conocieras, te sorprendería mucho lo que te voy a decir y no quiero ser borde pero no tengo nada de ganas de charlar. Esta vez me costó mucho más despedirme y soy incapaz de hablar aquí superalegre como si nada. 
Como si no me hubiera escuchado, siguió hablando, sin molestarse de que yo no le contestaba. Durante las horas de la sala de espera, me calmé un poco a pesar de un niño muy pesado que hizo un megaberrinche porque su madre no quería pedirme permiso para que probara la silla de ruedas. Llevó una hora gritando como un loco hasta que me harté y dije (eran españoles): Mira, mejor me bajo de la silla y que el niño la pruebe, de verdad, por el bien de todos. Porque sinceramente a mí ya se me está explotando la cabeza por ese pulmonazo que tiene. La madre: uy no... Yo creía que eras húngara y que no nos habías entendido. Qué vergüenza.... Y dije, pues sí soy húngara pero igual os entendí. No pasa absolutamente nada.
El niño dio unas vueltas con la silla y el mundo se arregló en seguida. Hasta que empezó el embarque para entrar en el avión. Si alguien leyó mi publicación de hace días en facebook, estas líneas ya le parecerán conocidas. Un señor   que se discutió con la chica del embarque porque ella se lo pidió el pasaporte: Cómo quieres que te lo muestre si està en la maleta facturada? –Y porqué lo dejó allí? –Pues porque ya me lo habían identificado en el vuelo de ida, porqué lo necesitarían dos veces?
Muy bien, tío, has hecho muy bien. Hiciste esperar a 148 pasajeros, hasta que te sacaran el maldito pasaporte de la maleta facturada.  Bravo.
Cuando al fin habíamos despegado, y vi el mar alejándose, otra vez me puse a llorar..... Una de las señoras "simpáticas" que estaban a mi lado me preguntó: si te entra pánico al volar, porqué haces servir el avión? Consideraba mejor opción si no le daba respuesta.
Y en unos minutos pasó lo que a tantos húngaros les gusta, y que curiosamente siempre me encuentran a mí para ello: meterse conmigo. Qué sorpresa. Pasó el siguiente diálogo entre nosotras:

Yo: Perdonenme señoras, serían tan amables de dejarme el paso para salir?
Mujer1: Para qué quieres salir tú ahora?
Yo: No creo que le deba explicaciones pero bueno, quiero ir al lavabo.
Mujer2: Pero si acabamos de despegar!
Yo: Ya lo sé pero por favor que me dejen el paso.
Mujer 1: No puedes aguantar hasta que aterrizemos?
Yo: Perdone señora, con todo el respeto pero yo no voy a ir aguantando 2 horas y medio solo para que a ustedes les salga mejor.

Aquí ya me había preguntado uno de los chicos de la tripulación (era catalán) lo que nos estaba pasando. Le explico y me pregunta: saben inglés? Digo no lo creo pero se lo pregunto. "De dónde diablos y para qué tendríamos que saber inglés?" El chico: Bueno, traduce por favor. Primero, todos los pasajeros tienen todo el derecho de moverse adonde se les de la gana durante todo el vuelo. Segundo, me toca mucho la moral que se metan con una discapacitada y que no la respeten. Tercero, si quieren en la fila 30 hay dos asientos vacíos, que se vayan allá y no os molestaréis. Traduzco todo a las señoras y me dicen: no basta pagar el pastón por el vuelo ahora encima nos hacen mover. Digo, decídanse, desean ir metiéndose comigo todo el viaje o se ponen cómodas y todas nos tranquilizamos. 

Luego estábamos charlando con el mismo azafato de antes en español, y la señora se indignó diciéndome que me decidiera si era española o húngara. Digo soy húngara pero sé español. Ella: No niña estas cosas no van así, un idioma no se aprende en un dos por tres. Digo por supuesto que no, llevo estudiando 12 años español. Y ella: yo sigo diciendo que esto no es normal. Tú eres muy rara, llevas haciendo cosas muy raras, yo no entiendo porqué a los discapacitados les permiten volar. Y yo: Señora, no me espere para responder porque luego también me sellará de irrespetuosa. Así que déle gracias a mi autocontrol.
Y para terminar el post de hoy les dejo la opinión del azafato de nosotros para que veáis porque me cuesta tanto cada viaje de vuelta. 
"Hasta que no me has dicho que eres húngara yo te tomé por española. Porque nos saludaste tan alegre, sonriendo poniéndonos el trabajo más fácil. Eras decente y amable que aunque traía una profunda tristeza en los ojos, no nos amargó a nosotros, mejor nos produjo compasión. Viajo muchas veces con húngaros y lo primero que veo es la cara de "me duele el mundo". Ni una sonrisa, ni correspondernos el saludo. Siempre metiéndose con todos si algo no va a su antojo. Yo no sé cómo soportan estar siempre amargados, agobiados. (respeto a las excepciones) Muchas gracias por romper este muro." 
Y yo le despedí diciendo: espero poder compartir otro vuelo :) Porque me alegró la tarde, cuando no tenía ningunas ganas de sonreír.


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