Se acerca la hora
de irme otra vez. Abandonar a todo lo que me hace feliz aún en los momentos más
oscuros. Y no quiero. Me cuesta mucho.
Porque sé que en el momento que entre en el bordo de ese avión que me llevarà a
Hungría, tendré que enfrentarme a nuevas
desgracias. Enfrentar que –como en los últimos 17 años de mi vida pasa en cada
año- otra vez se fue un ser querido. Enfrentar a un nuevo luto sin ni siquiera haber
superado los últimos. Me consume por dentro. Se me están saliendo las fuerzas
las que ni siquiera había recuperado aún. Hace un mes salí huyendo a Barcelona. Quería
alejarme de todo el dolor que se acumuló en mí. Quería alejarme de los
numerosos problemas que sufría mi família. Olvidarme de todo. Desconectarme de
todo y de todos que me vinculen a Hungría. Olvidar las lágrimas, los llantos, los hospitales, los
entierros, las pesadillas… olvidar que
estoy en luto, disfrutar de mis amigos, de la ciudad que tanto me apasiona.
Quería ser feliz, quería pasármelo bien. Y el destino dijo- “No canija, me
encargo yo de que no pase así” Y en estas semanas me llevó tres personas más. Sigo
preguntando a quién sea. El porqué. Necesito explicación. Qué he hecho yo, o
qué ha hecho mi familia cómo para la vida nos castigue de una manera tan cruel?
Estoy segura de que me hará la respuesta automática de “morir pertenece a la
ley de la vida”. Sí. puede ser pero después de haber vivido, no? Y mi amigo de
veinte años qué? Tenía toda una vida por delante. O mis padres que ni siquiera
han llegado a los 60… Y caramba, sea ley de vida o no, igual te derrumba por
dentro… Ya no tengo lágrimas. Siento que me las había gastado todas. Ya no me
importa que la gente me vea llorar. Qué más me da. Lo único que quiero es
descansar. Descansar de tantos lutos, de tantos sufrimientos, de tantas
lágrimas, de tantas noches sin dormir, de tantas preguntas poéticas de porqué
me haces esto destino, maldita sea… Recuperarme. Recuperar mi alma que se había
roto en mil pedazos desde que no tengo a mis padres a mi lado. Ya no quiero
hacerme pasar por fuerte. Me cansé. Que la gente se entere de que no siempre se
puede sonreír. Ni siquiera si se trata de mí.
Todo el mundo me
conoce como una niña dulce que siempre sonríe, que todo ve positivo, que toma
la vida por una gran fiesta. No digo que esa no sea yo. Sí soy yo, es una
manera de protegerme de todo lo que la vida me conservó. De otra manera ya me
hubiera vuelto loca acabando en un manicomio. Es beneficioso y al mismo tiempo
da imagen torcida a la gente de mí. Porque no les enseña la chica que sufrió
tanto, que está sufriendo, y que seguramente sufrirá aun. No les enseña cómo es
ella cuando nadie la ve. Las horas infinitas que lloró por habérsele roto las
ilusiones tantas veces. No les enseña la chica que trabaja duro para cambiar su
vida de antes. Cambiar la niña en mujer. No les enseña el sudor que se le
produce cada día por salir adelante. Por encontrar soluciones para todo que
para los demás es rutina. Enfrentarse a su enfermedad y aprender a vivir.
Recuperarse del pasado donde tenía que aprender muy rápido el valor de todo.
Del pasado que le enseñó que la vida no era una tarta con nata. Del pasado
dónde tenía que ver a su madre llorar. Del pasado cuando se quedaron sin nada.
Del pasado cuando tenía que aceptar que “papá no vuelve, hija”. Del pasado en
el que siendo una niña tenía que enfrentarse a realidades muy duras. Del pasado
cuando aprendió que la ayuda no siempre llegaba y que había días cuando se
queda sin comida. No les enseña la chica que continuamente tiene miedo. Miedo
de qué pasará mañana, miedo de quién se irá mañana. Miedo de quién la humillará
mañana. Miedo de todo. Susto por todo. Tanto miedo que prefirió volverse
conformista en vez de sufrir más.
“No puedes vivir
así”- me dirá la gente. Y la mente lo sabe. Pero díle tú esto al corazón, al
corazón que está tan afectado ya de romperse y recuperarse tantas veces. Ya
carezco de cualquier lógica, cualquier norma.
Y en este estado
me tengo que volver a la realidad. Volver a la cuna de todo. Dejar a la gente
que hizo que no me volviera loca en estas semanas, de la gente que me hizo
tanto bien, de la gente con la que me pude olvidar. Volver a las lágrimas donde
el único rayo de sol es mi hermana. Mi hermana que es la mejor entre todos, mi
hermana que llora solo al oírme llorar a mí, mi hermana que hace hasta lo imposible
para verme feliz, mi hermana la que me hace saber cada día lo orgullosa que
está de mí. Mi hermana a la que fallé tantas veces. Qué arrepentimiento, Dios…
Mi hermana que merece ser la mujer más feliz del mundo. Mi hermana que me
esconde su sufrimiento para protegerme a mí. Mi hermana sin la que no sería
capaz de vivir, que es todo para mí.
Aún así. Me
aterra tener que volver y seguir sufriendo. Soy cobarde? Me importa un bledo. Y
a la gente que sigue pensando que fantaseo, o exagero cuando hablo de las
situaciones que me surgen en mi país, la gente que no cree y dice “seguro que
esto u otro, no es así” les invito a leer estas líneas, es más les invito a
vivir una temporada en mi país. Que con todos sus defectos quedará mi patria y que
lo amaré siempre. No digo que les invite a poner mis zapatos porque a nadie le
deseo tener que vivir lo que yo había vivido hasta ahora. Pero sí digo que si
por un tiempo vieran el mundo con mis ojos, verían porqué deseo tanto dejar
todo atrás. Y empezar de zero en un sitio dónde nada me acuerda a mi vida de
hasta ahora. Que esta vida esconde grandes dificultades? Situaciones difíciles
de enfrentar? Más preocupaciones hasta que encaje todo? Sacrificios? Segurísimo
que sí. Pero estoy tan bien entrenada por estos 25 años que ya no me asusta
nada. Porque peores cosas de las que había vivido ya no me podrán pasar. Así
tal cual. Si estoy preparada? No. Pero a su momento lo estaré, cueste de lo que
me cueste. Si soy lo suficiente madura para ello? En parte. Falta mucho por
aprender. Porqué no lo hice antes? No tenía ni posibilidad ni valor para
hacerlo. Qué me empuja ahora? El deseo de que mi hermana pueda comenzar su
propia vida. El deseo de verla realizada, verla feliz. El deseo de que mis
padres desde el cielo me vean realizada, que mi madre vea que todos sus
esfuerzos para sacarme adelante no fueron en vano. Y por último, y no por eso
menos importante, demostrar a mí misma y a todos que duden de ello que soy
capaz de hacerlo. Si costará más
lágrimas? Posiblemente. Si quiero ser otra vez la chica fuerte que soporta
todo? Con toda mi alma. Si voy a reprimir mis sentimientos y fingir ser fuerte?
Para nada.
Empiece pues el
reto. Vamos a ver quien puede más, el destino o yo.
Hola hermanita. Te mando muchos ánimos, sé que no has sido nada afortunada en este aspecto, pero no te queda más que seguir adelante con los que sigan al lado tuyo y vivir la vida. Conserva lo mejor de los que ya se fueron y disfruta con los que siguen aquí. Un abrazo grandísimo y espero que sigas escribiendo :)
ResponderEliminarClaro que seguiré:)
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